Pues eso es lo que os traemos hoy, una joya del kickboxing como quien diría, un incunable (aunque decir esto es un despropósito).
Bromas aparte, al final de esta anotación tenéis un combate de full contact de 1976. Lo cierto es que esta entrada lo mismo podría ir en la categoría de ‘púgiles’, presentándoos a Bill «Superfoot» Wallace, que en la ‘videotekicka’ de combates históricos, pero hemos preferido consignarla en la categoría de ‘historias’.
Y es que os vamos a contar unas batallitas gracias a este vídeo que esperamos os hagan disfrutar de él.
Se trata de un combate por el título del mundo del peso medio sancionado por la PKA, o sea, sin low kicks, verdadero coco de muchos campeones americanos de la época. Como veréis no se disponía de ring. Ya os hemos dicho en el último artículo aparecido en ‘historias’ que el kickboxing en los USA surge como una evolución del karate (karatekas fueron casi todos sus primeros campeones) y pensando en congregar bajo las mismas reglas a taekwondokas, practicantes de kung fu (wu shu hoy en día), y otras artes marciales autoproclamadas tradicionales como el kenpo y el mismo karate y alguna otra más minoritaria.
Así pues, lo lógico era que los combates se desarrollaran en un tapiz o tatami, y se amonestara a los púgiles (en aquella época a pocos se les hubiera ocurrido llamarlos así) si salían de los límites de la zona de combate.
Al comienzo del combate observaréis el saludito a la japonesa obligatorio que los contendientes hacen al árbitro y entre ellos. Y es que, aunque hubo sanciones ejemplares de las federaciones de karate a sus afiliados que participaran en combates de full contact (karate full contact, no lo olvidemos), los disidentes que se apartaban del tradicionalismo no tenían el sentimiento de estar traicionando a nadie ni a nada. Cuando se vieron apartados de la federación fue que decidieron constituirse en una independiente y autónoma con un cariz más profesional.
Aquí, en 1976, ya aparecen desnudos de cintura para arriba (muy varonil ello), pero en los primeros campeonatos se iba vestido de karategi, eso sí, muy vistosos algunos, llenos de las barras y estrellas americanas, lejos del uniforme blanco impuesto en los torneos de karate que aún hoy en día persiste (al menos el anquilosado mundo del tenis ha conseguido evolucionar en este aspecto).
Observad también que ambos luchadores llevan el cinturón negro que les acredita como maestros del arte marcial, y es que en un principio el pleno contacto (el full contact) sólo estaba reservado a cintos negros. Recordamos con nostalgia (¡cómo evitarlo!) algunos campeonatos provinciales a los que asistimos por aquellos años en que a quien no era cinturón negro se le prestaba uno para salir a competir. Pronto, y por interés, se perdió el rigor burocrático de exigir la titulación técnica requerida, pero se siguieron manteniendo las formas de cara al público. En este combate el rival de Wallace no luce un cinto negro… y no se diferencia el color original, pero podría ser un cinto gris de algún otro arte marcial que fuera equivalente al cinto negro japonés.
Al poco de comenzar el combate el árbitro advierte de una salida a Echollas, por pisar la zona negra. Unos instantes después es el propio árbitro quien le atiende y asiste porque un guante se le ha salido de la mano. Eran las protecciones ideadas por el coreano John Rhee: los guantes eran auténticas mazas, y hacían tanto daño que no querías volver a llevarte otro puñetazo. Además, al ser de un material de caucho, se rajaban al poco de estrenarlas, con lo que se remendaban una y otra vez con esparadrapo o algún otro tipo de cinta; la inversión de un particular no era rentable, porque, al menos en España, era muy caro hacerse con el equipo completo, que incluía un casco que aturdía con cualquier guantazo que uno se llevara, y un protector ventral que no servía de nada, pero que venía con el paquete de iniciación.
Tanto las botas como las guantilas aquellas tenían unas cuerdecitas no elásticas que había que anudar. Los guanteletes había que estarlos sujetando constantemente con los dedos. En Bilbao, lugar por donde se introdujo el full contact en España de la mano de Dominique Valera y del propio Bill Wallace con sendos cursillos impartidos ante una pléyade de entusiastas, siempre nos preguntamos por qué alguien se empeñaría en inventar una castaña como aquella cuando ya existían los guantes de boxeo… Cuestión de patentes y homologaciones, claro.
Simpático el árbitro con su melena retro (en aquel momento seguro que era una melena vanguardista), su kimono-pijama y el cinturón negro, caminando descalzo igual que los competidores. Y es que tampoco se podía arbitrar si no se era cinturón negro. ¿¡Cómo iba a arbitrar uno que supiera menos que dos cintos negros!?
Notaréis también que cada vez que se produce un clinch y el árbitro separa a los contendientes, éstos, instintivamente, vuelven a su lugar de salida, igual igual que en el karate. Y es que los hábitos adquiridos durante años son difíciles de eliminar… hasta que llega otra generación y derriba de un plumazo saluditos y formalismos que quedan fuera de lugar o/y que pertenecen a otra cultura.
Avanzado el primer asalto, el árbitro amonesta con un punto al púgil negro por salirse por tercera vez del tapiz, lo cual no hubiera ocurrido en un ring, y se hubieran evitado constantes salidas y paradas en el combate. Se le ha descontado un punto a un luchador por una falta que no produce riesgo alguno en el rival, además de haber sido arrollado en el fragor del combate.
Comienza el segundo asalto y vuelven a saludarse los participantes. Al poco tiempo del comienzo del segundo asalto, tremendo el patadón que se lleva Echollas… y es que Wallace, una leyenda del full contact, no boxea un carajo. El boxeo estaba considerado por estos padres del full contact como algo carente de arte y no exento de una rudeza alejada de la mística y la mistificación de las artes marciales. Hasta que alguien se dio cuenta (ocurrió enseguida) de que aprendiendo a boxear los combates se hacían mucho más fáciles frente a quien no dominaba el noble arte. El propio Wallace tomaba clases de boxeo, aunque como podemos observar, para este título mundial no le han servido de mucho.
En fin, roundhouse kick a la cara y caída de Echollas que se levanta un tanto grogui. Decir que fue un high kick sería mucho decir. Esa patada circular, magistral por otra parte, es más un mawashi geri del karate (oi-mawashi geri si nos lee algún purista) que un tibiazo del thaiboxing. Otra de las influencias que estaban por llegar.
Cuando se reanuda el combate, Jem Echollas intenta lo que es un gyaku-tsuki al cuerpo de Wallace al mejor estilo del karate tradicional… ¡ver para creer! Pasados unos segundos es el mismo Echollas quien le suelta una galleta en toda la jeta a «Superfoot» y éste se queda un poco parado por no decir tocado y resuelve pedir ayuda al árbitro para que le ajuste las protecciones de la mano. No sabríamos decir si el maestro vio estrellitas, pero fue muy oportuno ese desajuste de la manopla. El combate está parado varios segundos mientras ambos fullkaratekas se recuperan del esfuerzo. Recordad que estáis viendo un campeonato del mundo de la categoría reina, el peso medio.
Y parece que a Wallace le ha venido mejor el descanso a juzgar por cómo se desarrollan los acontecimientos. En fin, un combate muy emocionante para la época, sin duda, pero un tostón para hoy en día si no fuera por el innegable componente histórico y porque el visionado dura menos de cinco minutos.
Sed benignos con vuestras críticas… Otro día os contaremos por qué Bill «Superfoot» Wallace sólo pegaba con su pierna izquierda y fue catalogado «la jambe gauche la plus rapide du monde» (la pierna izquierda más rápida del mundo).