Lo malo de ser demasiado bueno

No nos ha sorprendido lo que leíamos ayer sábado en uno de los mejores blogs en castellano sobre boxeo: Rigondeaux corre peligro de no volver a pelear.

El motivo… Pues que es demasiado bueno y los rivales le rehúyen. ¿Es éste el único motivo? No. Tampoco encuentra peleas porque a los promotores no les gusta su forma de boxear y temen que el combate no levante expectativas.

¿Queréis saber nuestra opinión?

Antes hay que definir a cada actor. Rigondeux llega con su aureola de boxeador olímpico, y dada su calidad técnica no ha modificado su concepción del combate a los usos y gustos norteamericanos, eso que hemos dado en llamar alguna vez en Touch Gloves el «boxeo macarra».

El cubano no tiene necesidad de intercambiar golpes porque le sobran argumentos técnicos y tácticos para ganar a los ídolos del momento sin ir a la guerra. Quizá si el resto de campeones le vieran más asequible el público encontraría interesantes los combates de «Rigo» en función de sus rivales. Y éstos se entrenarían en función del reto, con lo que iríamos asistiendo a una evolución del boxeo para averiguar cómo se gana a un tío tan técnico e infalible como Guillermo Rigondeaux.

Otro cabo de este nudo son los promotores, cuyas opiniones hemos de tener muy en cuenta pues son quienes arriesgan su dinero y no sólo es lógico que deseen ganar plata, sino que pretendan maximizar sus ganancias. No es exigible que un promotor arriesgue cien para ganar dos; alguien que tiene dinero, o que puede hacerlo aflorar, quizá podría arriesgar cien para ganar cincuenta (recuperando sus cien, por supuesto), aunque el negocio comienza cuando se arriesga cien para ganar otros cien.

Si los promotores no ven rentable montar una cartelera con Rigondeaux en uno de los platos estelares, no tenemos mucho más que decir.

Promotores y televisión van de la mano por tener idénticos intereses, aunque no así los periodistas, pero de ellos nos ocuparemos al final de este artículo de opinión.

Al desenredar la madeja nos topamos con otro cabo suelto (por lo visto hay más de un hilo enredado en ella), que son los espectadores. Los promotores «creen» que al público no le gusta la forma de boxear del bicampeón olímpico, pero el público no tiene voz en este macronegocio que es el pugilato profesional, o al menos no puede hacerla oír. Así las cosas, los promotores «interpretan» que la forma de encarar los combates del isleño no gusta al respetable.

Pero al público, al aficionado al boxeo, no le han preguntado. Público y aficionado al boxeo no han de ser exactamente sinónimos. Definimos como aficionado al boxeo a una persona que por haberlo practicado o estarlo practicando, o por haberse ocupado de aprender los rudimentos y entresijos del noble arte, entiende de esta dulce ciencia y sabe apreciar un combate táctico como los planteados por nuestro protagonista. Sin embargo, al parecer abunda en los USA el público que acude al boxeo a ver mamporros y se aburre con el dominio de la distancia y de los golpes rectos que impone «El Chacal». Se entiende, ante la falta de conocimientos boxísticos, que a cierto sector del público le guste el boxeo macarra.

Y es que tenemos la sensación de que los combates del intachable Rigondeaux se aprecian más en Europa que en Norteamérica, pero se trata sólo de una apreciación personal.

Otra cuestión a tener en cuenta en este incipiente ostracismo al que parece que va a ser abocado Guillermo Rigondeaux es que después de tantos años presentando al boxeo AIBA, el boxeo olímpico, como hermano menor del boxeo profesional, llega un tipo enclenque que sin apearse de sus fundamentos técnico-amateur gana a la megaestrella del intercambio de golpes. Y ojo que para nosotros Nonito Donaire es uno de los mejores kilo a kilo, con una depurada técnica, aunque no tan exquisita como la de este su último oponente (en el momento de escribir estas líneas).

Un último cabo que conviene atar son los periodistas, cuyo análisis habíamos dejado para el final.

Son éstos quienes sí expresan su opinión a los cuatro vientos, al contrario que el público, que aún no ha encontrado forma de expresarse públicamente (aunque escribir un blog de opinión sobre boxeo puede ser una forma válida). Así pues, el promotor escucha al periodista y cree encontrar en él el verdadero sentir de la opinión pública, cuando cada periodista únicamente expresa su sentir personal. Ningún periodista es infalible y ninguno puede arrogarse la interpretación de la opinión general.

Y el octogenario Larry Merchant menos que cualquier otro vocero. Recordaréis a este hombre, pues es aquel entrevistador que fue enviado a la mierda por Floyd Mayweather al término de su combate con Víctor Ortiz. Es una persona que ha vivido mucho boxeo, que sabe mucho de boxeo, y que es capaz de arruinar una carrera boxística, como vemos en la siguiente frase:

«Aplaudo que no se apoye a Rigondeaux, su estilo no gusta. Aburre. Es malo para el negocio».

¿Y quién nos asegura que el lindo y caucásico de ojos azules Larry Merchant no está dando rienda suelta a sus odios, fobias y tabúes contra el negro cubano balsero?

Que su estilo no guste o aburra es su opinión particular. Es curioso que hable del negocio cuando nunca ha arriesgado un centavo por el boxeo. Y la primera parte de su intervención es sencillamente vergonzosa; pero es el estilo que ha caracterizado a este bocazas durante su trayectoria laboral.

Nosotros aplaudimos las palabras de Floyd Mayweather: «Todo el mundo está cansado de Larry Merchant» («Everybody is tired of Larry Merchant»). Y añadimos: Eres malo para el boxeo, Larry. Por fin estás retirado: limítate a oír, ver y callar.