Tranquilas las amigas feminazis de Arturo Pérez-Reverte que no va la anotación de agresiones machistas y violencia de género. Por si alguna llega a estas páginas (si alguna ha llegado ya estará a la defensiva), que vayan pensando en defender los derechos de los desamparados. No se trata de luchar contra la violencia que llaman de género, sino contra algo más amplio que engloba a ésta: la violencia doméstica, ésa que se esconde debajo de la alfombra, que se oculta detrás de las puertas de los hogares al amparo de la inviolabilidad del domicilio, y que tiene como víctimas a mujeres y hombres y también a niños y ancianos. Se ejerce violencia siempre contra los desvalidos, contra los que no pueden o no saben cómo dejar de ser víctimas. Los que podemos defendernos debemos ser ejemplo y no permitir que nos avasallen y pisen nuestros derechos ni autoridades ni agentes de la autoridad, ni vecinos ni jefes, ni familiares ni gente estresada y amargada que es lo que abunda en esta sociedad en quiebra económica, financiera y política, y también en quiebra de valores.
Una vez desahogados, pasamos a explicaros de qué va esta entrada sobre nocauts y sumisiones femeninas.
Pues va ni más ni menos que de combates de chicas (¡hola!, las feminazis del fondo… si tienen algo que decir que salgan por la puerta de atrás y nos dejen en paz). Combates de kickboxing y de savate, de WCL y de kyokushinkai, de muay thai y de boxeo, y ya que hablamos de sumisiones, también de judo, de lucha y de MMA (repetimos que no nos gusta el MMA, pero reconocemos que cada día va dejando de no gustarnos un poquito). Sobre todo si pelea Gina.
Más de cinco minutos de tortas y retortas, y es que, como decía la ochentera canción, las chicas son guerreras. Lo cual nos gusta. Que un tipo grande (que no es lo mismo que un gran tipo) le toque el culo a una de estas guerreras y de pronto se desplome como un saco de patatas es algo digno de ver…
De verdad que fue digno de ver… es una de esas imágenes que uno guarda en su retina y atesora en su memoria. De repente se hizo el silencio y todo el bar comenzó a aplaudir y a pitar. El tipo, totalmente grogui, fue sacado arrastras por un par de chavales, que lo depositaron sin contemplaciones en su sitio, entre unos contenedores de basura. Fue tan rápido que hubo envites sobre si lo noqueó con un crochet o con un codazo. Y ella, modesta, no permitió que cobráramos las apuestas: «si no le he ‘dao’… se ha ‘desmayao’ con el aire».