Al final la Peña boxística Cangas de Onís se reunió para asistir en directo a la velada presentada por Canal Plus y que los gringos dieron en llamar «The One». Se nos convocó precipitadamente a última hora debido a la información equivocada que barajábamos y de la que os dimos cuenta en el artículo anterior, pero todo estuvo organizado de forma impecable gracias al «Caimán del Dobra». Muchas gracias.

(Esta vez lo vamos a hacer al revés. Si quieres ver los combates antes de saber cómo acabaron, pincha en «desvelar» en la barra de ocultación y tendrás a mano los enlaces para descargarte el García vs Matthysse y el Mayweather vs Canelo).

Tras los dos soporíferos primeros combates llegó el esperado García vs Matthysse. Y decimos soporíferos porque fueron mero relleno ya que todos esperábamos con anhelo el final de la velada, pero hay que reconocer que en España cualquiera de estos pleitos hubieran sido sin problemas combates de fondo, y muy aplaudidos.

Nos gusta en este país el boxeo técnico, el boxeo en larga distancia. Y aún diríamos que en Europa gustamos también de ese boxeo estratégico, aunque no hacemos ascos a lo que hemos dado en llamar «boxeo macarra», a saber, dos tipos parados en la media distancia que se lanzan golpes sin concesiones.

Llegó la hora de los mamporros cuando subieron al ring Lucas Matthysse y Danny García. El primero con una terrorífica fila de desahuciados, 32 en 34 victorias. Y de las dos derrotas que presentaba en su palmarés boxístico, ambas polémicas y en ambas envió al tapiz a sus rivales.

El segundo se presentaba como campeón mundial con un cero en el casillero de derrotas y otro cero en el de nulos. También se presentaba como víctima que iba a despachar el ejecutor argentino. El padre y entrenador de García es aborrecible, sí, pero comenzamos a pensar que aparte de su carácter peculiar hay algo que le impele a comportarse así, y es la verdadera calidad de su hijo que había pasado inadvertida hasta ahora para los entendidos.

Los expertos vaticinaban un nocaut para García, y el público, a través de las apuestas, dieron como favorito a Lucas Matthysse. Pero todos se equivocaron. Los apostantes ya han pagado su error con su dinero. Los listos deberían pagar con su honor y su honrilla retractándose y dejando de escribir sobre boxeo durante al menos tres meses. Como muestra siempre ha valido un botón. Qué triste manía de los analistas deportivos la de adelantar acontecimientos dando un resultado concreto que nadie les ha pedido; para eso está la Primitiva. Y no sólo ocurre en boxeo; en el estomagante fútbol ocurre tres cuartos de lo mismo.

Lo que sucedió anoche es que Danny García le dio una lección de boxeo a Lucas Matthysse. Le cerró un ojo y lo toreó como el verdadero campeón que es. Se enfrentó a la bestia y no sólo salió indemne sino que la vapuleó. Soberana paliza con cura de humildad incluida.

Un combate que querremos ver cuatro o cinco veces más, sobre todo por algún gesto técnico que vimos en García inédito para nosotros en boxeo. Fue pasado el meridiano del combate, quizá en el octavo o en el noveno asalto, pero ya lo comentaremos en los entrenamientos una vez que lo hayamos diseccionado.

Y llegó el esperado combate entre Mayweather y Canelo. Hemos de decir que nosotros hubiéramos apostado a que iba a ser mejor combate el semifondo que el estelar, y así fue. Pero ni es lícito cazar a toro pasado ni se debe ir de adivino, como acabamos de criticar.

Sin embargo el combate de fondo no defraudó y se desarrolló según todas las previsiones. Dominio absoluto de «Money», que evitó humillar al joven Saúl, dándole unas lecciones de esgrima pugilística por las que —encima— el mexicano cobró un buen monto. Seguramente Floyd Mayweather habrá salido de fiesta tras la contienda y nadie habría dicho que venía de pelear doce asaltos contra un invicto con el récord de nocauts que tiene Canelo Álvarez.

El pelirrojo hizo las cosas bien en los primeros dos o tres asaltos, respondiendo golpe por golpe e incluso despidiendo las entradas de su rival con algunas manos extra, muy al estilo del propio Mayweather. Pero éste, perro viejo, dándose cuenta, abandonó su acostumbrada estrategia de contraatacar haciendo siempre algo más que su rival, y cuando esperábamos que pasaría a replicar las contras del Canelo se limitó a tirar de velocidad y fintas dejando al jovencísimo campeón mexicano incapaz de mantenerse a la par.

No es que los golpes del moreno fueran contundentes, pero entraban todos y llegaban desde todos los ángulos posibles. Incluso se permitió una comicidad al final del combate, haciendo un desplante y mirando como buen histrión que es a la cuerda que el Canelo acababa de golpear tras hacerle fallar un golpe. En resumen, Mayweather dio una clase magistral de boxeo, muy bien pagada, por cierto.

Simpática fue la actitud del padre y entrenador del Pretty Boy en el descanso previo al último asalto. Abandonó a su pupilo sentado en la esquina y ni le atendió ni le aconsejó: Floyd Mayweather Jr. permaneció como un niño aplicado, con la mirada perdida al fondo, a la espera de que sus mayores le digan adónde ha de dirigirse, mientras Floyd Mayweather padre se pasó el minuto hablando con alguien que se encontraba en el ringside. Entre campeones, no hacía falta decirle qué tenía que hacer en el último asalto. Y nadie lo tomó como un desprecio hacia Canelo sino como parte del show en el que ambos, padre e hijo, se manejan como pez en el agua: dos cachondos estos dos; qué tarde de gloria nos iban a dar si consiguiéramos sentarlos ante una mesa con chuletones de Asturias regados con buen Rioja… si hablaran castellano, claro.

No queremos concluir esta crónica sin hacer una observación personal más. El combate de Mayweather y Canelo fue también un combate táctico, técnico, y si se quiere incluso hasta estratégico, pero no fue un combate a la mexicana, no fue un combate macarra, no se pararon a darse de piñas a ver qué destructor flaqueaba antes. Y al público americano, ese que dicen que demanda el boxeo del golpe por golpe, le gustó. No planeaba la sombra del nocaut, como sí estuvo presente durante buena parte del combate de semifondo, y sin embargo el público permaneció expectante, don Jack Nicholson incluido. Y apostaríamos a que Bob Arum, magnate y mangante del boxeo de pago, también diría que fue un buen combate.

Entonces, ¿por qué se empeñan en decir que Guillermo Rigondeaux aburre a las piedras? La superioridad que demostró en el Radio City ante Nonito Donaire fue mucho mayor que la que exhibió anoche Mayweather; el cubano maltrató al filipino, mientras el mexicano Álvarez salió con unas leves marquitas en la cara, y eso que luce una piel extremadamente blanca, donde los golpes se marcan más. A Donaire, el Chacal cubano le hizo una cara nueva la noche neoyorquina.

Y sin embargo insisten en que no pelea porque no hay demanda… Dos cosas vamos a decir, y van a quedar aquí escritas. La primera es que Rigondeaux y la cuadra de buenos boxeadores cubanos que hay en los USA deberían replantearse venir a Europa y sobre todo a España, lugares donde se aprecia su boxeo-arte. A José Legrá no le fue tan mal y el boxeo español y el europeo necesitan de estas figuras. Cierto que se alejarían de las bolsas millonarias pero siempre será mejor boxear por menos plata que no boxear en absoluto.

Está claro que la argucia es dejarles en el dique seco. Nos tememos que esto forma parte de un complot para evitar que el boxeo cubano destaque en el boxing business norteamericano. Las razones… difíciles de explicar. Algo ocurre que no tiene nada que ver con el boxeo y sí con el nacimiento de estos chavales, llegados desde la isla de los hermanos Castro sin que nadie les hubiera invitado a la fiesta. Se están convirtiendo en protagonistas por derecho propio y debe ser eso lo que no gusta a los gringos. Nos tememos que el grupo de cabildeo cubano en Miami no va a poder hacer mucho en su favor.

Qué lujo sería tener a tiro de piedra a Rigondeaux, Gamboa o Lara, entre otros muchos y muy buenos boxeadores cubanos que están en el boxeo rentado, ¿eh? Por estas latitudes sí se iba a apreciar como merece el boxeo de estos grandes campeones.