Es lo que ocurre cuando te llega una de esas manos secas… cuando vuelves a abrir los ojos estás sentado en el suelo. No es una sensación agradable, al menos la primera vez, que a todo puede acostumbrarse uno, pero hay hábitos que se vuelven nocivos.
No obstante, nadie busca que le desconecten las neuronas que pueblan el córtex cerebral: son cosas del oficio. Tras el apagón, un segundo después, el boxeador recupera su estado de consciencia y su capacidad motora (motriz sería lo propio al ser un sustantivo femenino).
En algunas ocasiones el púgil recupera consciencia y voluntad (aunque hablar de la voluntad en un boxeador es hablar de una idea fija implantada mediante autosugestión en su sistema límbico, el que controla las emociones) pero sus movimientos aparecen descoordinados; la mayor parte de estas veces vemos que las piernas no le sostienen, lo que coloquialmente llamamos piernas de trapo. El combate debe ser detenido en ese momento.
En otras situaciones (las menos) la descoordinación afecta al tren superior, lo cual es más peligroso si se reanuda el combate, pues el boxeador estaría indefenso. De ahí que los árbitros, tras el piñazo, y aconsejados por los estudios médicos, pidan al boxeador que levante la guardia: es para cerciorarse de que el golpe no ha afectado a la capacidad de mover los brazos y pueda al menos defenderse hasta que el réferi vuelva a interponerse entre ambos para evitar un daño mayor.
Ahora entenderéis el protocolo que llevan a cabo los árbitros, que piden al boxeador que se levanta tras una cuenta que camine hacia él, para comprobar que puede desplazarse, y que levante la guardia. Si no obedece, o si talonea, el combate debe detenerse, aunque cinco segundos después el púgil proteste enérgicamente moviendo brazos y piernas. Son esos cinco segundos los que separan una buena actuación arbitral de una pésima y a veces nefasta dejación de funciones. Aunque en algunos reglamentos el médico tiene también la capacidad de parar la pelea de oficio, esto es, sin aguardar a que el árbitro le consulte.
Para terminar con esta micro-lección de reglamento, también la esquina puede parar la pelea arrojando la toalla al ring de forma que sea visible (en un principio se tiraba al ring la esponja, pero hoy en día casi nadie lleva esponjas a la esquina). Por último, también el propio boxeador tiene la capacidad de parar el combate, lo que se ve en contadas ocasiones. Como ya sabéis, en los deportes de combate no se puede pedir un tiempo muerto. Una vez parada la pelea por el púgil, se acabó el combate, así que cualquier incomodidad —un pelo en la boca, un guante que roza en la piel, una venda mal ajustada, un pantalón que se cae, una coquilla que aprieta, una bota que se suelta—, debe ser sufrida por el peleador con estoicismo.
Avisados de lo que antecede, vamos a dar carpetazo a la serie What a punch con los episodios séptimo y octavo.
Al final del séptimo capítulo los recopiladores se dejan llevar por la épica del combate y nos meten el último asalto del Castillo vs Corrales que ya os presentamos en Touch Gloves en su día. Pero sólo el primer guantazo hace honor al título genérico de estos recopilatorios.
En la octava parte a los montadores del vídeo se les va la pinza y nos meten momentos épicos que ya no tienen que ver con la temática propuesta, aunque nos dejan, entre otros, el mazazo de Antonio Tarver a Roy Jones, Jr.
¡Hala, a disfrutar los vídeos!