Por fin me han hecho caso y los combates de las estrellas se van a los cinco asaltos de tres minutos. Han sido los del Glory quienes han visto lo que todos veíamos desde hace tiempo. A ver si los del K1-Max aprenden y se dejan de enfrentar a sus campeones a tres rounds como si de aficionados se tratara. No existe justificación, porque el hecho de que tengan que pelear tres veces en una noche es otra astracanada que bebe del ideario arcaico de los japoneses. Ni tácticas, ni estrategias ni preparación física podemos ver en tres rondas; sólo una guerra de cañonazos, y a veces ni eso.
El Glory 20 que se escenificaba el 3 de abril pasado en Dubai enfrentaba por el título mundial de las 154 lbs (70 kg en román paladino) al actual campeón, el holandés Robin Van Roosmalen (36(19)-6), contra el desde hace tiempo estrella emergente Andy Ristie (44(24)-4-1), surinamés para más señas, porque como ya deberíais saber Surinam fue colonia holandesa (hasta 1975).
Nada más ver a ambos púgiles frente a frente se destacan los 1’80 m de altura de Ristie sobre los 1’69 m de Roosmalen; luego nos sobreimprimen en sistema métrico internacional que la envergadura del sudamericano aventaja en casi 30 cm a la del europeo.
Y el combate comienza como era de esperar, con el aspirante haciendo valer su mayor alcance. Pero no parece que sus golpes sean muy potentes y a pesar de sus buenos lowkicks y gracias a los bombazos de un Roosmalen que casi desde el inicio renuncia a patear, el espigado surinamés comienza a sufrir un desgaste que acabará pasándole factura. Si el combate hubiera sido a tres asaltos Ristie hubiera sido el indiscutible vencedor. Pero las dos vueltas extras logran que el pronóstico del combate vaya a ser de esos que no satisfacen a nadie, ni siquiera dando match nulo. Sin embargo el veredicto (eso sí os lo podemos anticipar) se toma por unanimidad.
Hicieron falta hasta seis misiles para poner en la lona a Andy Ristie, que vivió un calvario en los dos últimos asaltos, sobre manera en la última mitad del cuarto y la primera del quinto.
Ristie sí hace kickboxing mientras Roosmalen se dedica a boxear, o más bien a sacar sólo puñetazos, porque lo que se dice boxear no es muy recomendable cuando se permiten patadas y rodillazos, y menos teniendo delante a un Andy Ristie cuya seña de identidad son todo tipo de rodillazos, ascendentes y penetrantes. Y ahí está el debate: ¿ha hecho lo suficiente Ristie durante todo el pleito para llevarse el cinturón o lo poco pero eficaz que hizo Roosmalen le da derecho a retener el título?
Personalmente, y con un sólo visionado sin cartulinas delante, me parece que el nulo hubiera sido justo: tres asaltos para el de la antigua Guayana Holandesa y dos para el de la primitiva metrópoli, eso sí, con un 10-8 merced al derribo.
Pero entiendo que unos vean ganar a Roosmalen mientras que otros vean ganar a Ristie. Los árbitros lo tuvieron claro… o tal vez puntuaron nulo el primer asalto, lo que desde hace ya unos años tienen prohibido los árbitros del boxeo profesional. Sea como fuere has de ver el combate porque merece —y mucho— la pena.