Esta noche ahí estaré, frente al ordenador convertido en gran pantalla de televisión, con un grupo de buenos amigos, para presenciar el combate más esperado de los últimos años. Ya sabéis que no voy con ninguno (ambos son millonarios y ni saben que existo), pero creo que ganará Mayweather, aunque huelga decir que en un cruce de manos todo puede pasar.
Éste es de esos combates en los que para hacer un pronóstico es preciso dividir los doce rounds en 3 ó 4 actos y en función de lo que vaya ocurriendo se podrá pronosticar lo que pueda llegar a ocurrir.
Todo hace pensar que si Mayweather encuentra pronto su distancia, si no se lía a palos (que no lo hará), y si está «on fire», como dicen los americanos, es decir, si se encuentra en plenas facultades y totalmente entonado, entonces es posible que Pacquiao se vaya a la zona mequetrefe, como dicen mis amigos de Panamá. Esto lo sabe Freddy Roach y a buen seguro habrá estado trabajando las fintas para entrar en media distancia, los pasos laterales para acortar el ring, los clinchs y sus salidas, los golpes abiertos (crochets y voleas) y un amplio repertorio de combinaciones y automatismos. También esto lo sabe Floyd Mayweather padre y habrá trabajado a su hijo y pupilo en consecuencia.
Es por este motivo, por conocerse todo de ellos después de más de cien combates disputados entre ambos, que el combate pueda parecer feo en sus comienzos. Ambos tratarán de impedir que el otro se encuentre cómodo antes que tratar de encontrar su propia distancia, que como todos sabemos varía en función del rival. Como dijo alguien que sabía bastante de esto «un combate es un duelo de voluntades», y es probable que durante los cuatro o seis primeros asaltos veamos un duelo de posicionamientos y estrategias. Para los que no entienden de este tipo de boxeo, y os aseguro que hay muchos por esos gimnasios de dios, el combate será un truño. Pero para los que tenemos la suerte de haber sido instruidos en ver más allá del gancho y el directo será un duelo apasionante. Pero no olvidéis que toda estrategia se viene abajo cuando llega una mano contundente; Holyfield lo definió en una frase: «el golpe que te tumba es el que no ves llegar».
Sería una pena que el pleito finalizara antes de llegar a su ecuador. Y más si lo hace por un corte o una descalificación.
Pasados los seis primeros asaltos empezaremos a comprobar la forma física de ambos maestros del boxeo. Apuesto a que es óptima en ambos púgiles, pero uno comenzará a desgastarse un poco antes que el otro: es una ley lógica. Dependerá del esfuerzo realizado y del castigo encajado hasta entonces. Si Pacquiao llega a los asaltos finales claramente por debajo en las cartulinas quizá intente acelerar sus acciones y enloquecer el combate (hacerlo en los primeros asaltos sería un error de principiante). Mayweather lo sabrá y debería comenzar a bailar dejando a Pacquiao fuera de distancia durante la mayor parte del tiempo. Si se diera esta situación, estaremos atentos a la dinamita que se lance en los escasos momentos en que se crucen golpes, que los habrá, y serán varios. Pero recordemos que pegar con toda la potencia desgasta rápido, máxime si se golpea al aire.
No podemos olvidar que Mayweather tiene muy buenos nocauts en su haber y que Pacquiao ya ha sido noqueado contundentemente. Digo esto porque a tenor de algunos comentarios parece como si uno sólo tuviera pegada y el otro sólo supiera esquivar. Repito, esta noche se enfrentarán dos maestros de boxeo. Ambos pegan lo suficientemente duro como para poner a dormir a su rival, ambos tienen un amplio repertorio de golpes como para sorprender a su rival, y ambos saben de esgrima y defensa como para darnos mil y una lecciones a todos los que nos atrevemos a enjuiciar el combate.
Vuelvo y repito: no voy con ninguno, pero creo que el preciosismo de Floyd Mayweather debería imponerse —si el combate llega al fallo arbitral— al boxeo más contundente de Manny Pacquiao. Pero nadie, ni siquiera ellos, saben lo que va a ocurrir esta noche a partir de las 05:00 de la mañana hora española.
Para que no me lo cuenten pasaré una noche toledana ante el televisor en compañía de buenos amigos expertos en combates de boxeo.