El misil traía anotadas de serie las coordenadas del mentón de Kiko Martínez, y llegó en el segundo asalto como podía haber llegado en el sexto o en el undécimo, pero ese uppercut (y quizá algunos más) tenía que acabar llegando a su destino. El estrago que causó quizá haya sido mayor de lo esperado por la esquina de Quigg, pero es que son muchas batallas las de Martínez (las ganadas y las no ganadas, todas suman).
Tengo para mí que el valenciano ya está muy visto en el circuito internacional y en consecuencia su boxeo está más que estudiado: analizado, diseccionado y diagnosticado. Aparte de su fortaleza y su fiereza Kiko Martínez no tiene mucho más que oponer: presión, caminar paralelo y dos bombas en cada mano que debido a su poca envergadura y la constante trayectoria curva de sus golpes le obligan a aproximarse demasiado al rival (y una cabeza incomprensiblemente adelantada en exceso, blanco perfecto para un misil tierra-pera). La táctica de Quigg ha sido la misma que empleara Carl Frampton, con la diferencia de que esta vez la bolita salió tempranera del bombo.
Ni el español tiene una cintura prodigiosa, ni muestra una velocidad endiablada en sus brazos, ni es capaz de ofrecer cambios de ritmo con altas cadencias (Martínez es monorrítmico y en consecuencia predecible), ni su esquina ha demostrado capacidad para implementar ninguna táctica que oponer a los explosivos contragolpes con que le esperan su rivales. Rivales mucho más versátiles que el vecino de Elche.
Repito, en el circuito internacional, donde los boxeadores evolucionan de combate a combate, donde las esquinas trabajan en función de los rivales a los que han de enfrentarse, salir al ring haciendo siempre lo mismo y de la misma manera acaba pagando el precio que acabamos de ver.
Quedan fuera del análisis de esta crítica deportiva otras consideraciones como la motivación, la capacidad de encaje del púgil —que va disminuyendo con los combates— o la preparación física a que ha sido sometido en su campamento (un combate no es una media maratón: el atletismo es cíclico y rítmico, el boxeo acíclico y arrítmico).
El golpe que te tumba, sentenció Holyfield, es el que no ves llegar. A Kiko no le tumbó el misil que no vio llegar, pero el trabucazo le bajó la reserva a cero.
Nota para los críticos con esta crítica: observen cómo Quigg dobla la rodilla derecha en el uppercut hasta casi tocar el suelo… Como digo, un golpe más que ensayado: momento y oportunidad, preparación y trayectoria.
((Para los que me vengan con la monserga de falta de patriotismo y memeces semejantes no tengo oídos)).