Esta noche pasada se ha disputado en Carson, California, un combate por uno de esos titulitos intermedios de que tanto gustan las federaciones. Teníamos ganas de ver pelear al «Perro» Angulo, que ayer se enfrentaba a un buen boxeador, Erislandy Lara.
De este combate no entendemos nada, o más bien nos negamos a entender lo que ha pasado, por qué ha pasado, y por qué se permiten estas cosas. Pero antes de explicarnos, aquí tenéis la pelea:
No entendemos cómo el anunciador se ha tomado la libertad de presentarlo, en buen castellano insertado en su exordio en inglés, como un «»Mexico contra Cuba»». Ni queremos entender por qué se lo han permitido. Tan sólo se trataba de un combate entre un mexicano y un cubano. Apelar a sentimientos patrióticos de una masa enfervorizada puede acabar llevando al tiro a salir por la culata.
Nos hemos llevado una sorpresa al ver pelear a Angulo, con un récord profesional de 22(18)-2. Sabemos de las características (últimamente) de los púgiles mexicanos, pero Alfredo Angulo es el compendio de todos los males que aquejan al boxeo profesional. Ya nos hemos posicionado anteriormente en esta bitácora en contra de lo que hemos dado en llamar «boxeo macarra«, una forma de pelear en la que ambos contendientes se colocan frente a frente para lanzarse todo tipo de cañonazos hasta que uno de los dos cae, dejando tocado al otro si es que la victoria se hace esperar más allá del sexto round. Más o menos como en el «Duelo a garrotazos«, de don Francisco de Goya y Lucientes.
En este combate no hemos visto en Angulo más que dos cualidades mencionables, pero a fe que se desplaza torpemente, carece de defensa, y no posee gama de golpes. Por supuesto Angulo no es un estilista, pero es que ayer tan sólo hizo gala de pegada (que no calidad técnica en sus golpes) y saber achicar el ring (que no saber desplazarse).
No entendemos cómo comisionados de boxeo, la federación que homologa el campeonato y organizadores de la velada, se feliciten de presentar a este boxeador. Nos negamos a entender que se celebre la golpiza que se ha llevado y no queremos entender por qué los aficionados le jaleaban cuando lograba conectar un buen golpe, o se alborotaron en las ocasiones en que derribó a su oponente si bien a las claras iba perdiendo el combate. Ganar tumbando al rival con una sola mano habiéndose llevado una soberana paliza es menos que una pírrica victoria: es infamante para el boxeo.
Aún así debéis ver el combate completo, porque el resultado es sorpresivo. También nos negamos a entender por qué el árbitro permitió continuar el pleito sin llamar al médico. Salvo el rival, era la persona que más cerca estaba del boxeador y sobre él recaía la autoridad de parar la pelea, y cuando la cara del púgil se convirtió en un amasijo de pulpa inflamada debió haber consultado con el galeno o dar por concluida la reyerta. Después de ver el final del combate, volved al comienzo del vídeo y comparad las caras del mismo boxeador antes y después.
Igualmente nos negamos a entender por qué en la esquina se dejaron cegar por la codicia y faltaron al deber de proteger a su pupilo; deberían arbitrarse sanciones para castigar a los irresponsables a quienes pesa la toalla.
Peleas como ésta pasan factura, se sea profesional o aficionado, pues no por estar mejor entrenado se asimilan mejor tantos golpes y tan preocupantes. Y nos parece una canallada la pita y los abucheos del público cuando el combate concluye, y una vileza la pregunta del comentarista sobre un posible pulgar en el ojo. Se aprecia, por tres veces, cómo el chaval no quiere responder a la pregunta, y el periodista, torpe, dolido e incapaz de realizar correctamente su trabajo, trata de sacar ventaja utilizando la agresión verbal. Por menos de eso Floyd Mayweather mandó a paseo a Larry Merchant después del combate con Víctor Ortiz.
Tampoco queremos entender la puntuación de Marty Denkin, uno de los jueces. Estad atentos porque al final del vídeo se presentan las puntuaciones oficiales de los jueces, a las que nos referimos, y las puntuaciones oficiosas (unofficial en inglés) de tres periodistas, y habéis de distinguir entre ambas sobreimpresiones. Está mal visto que un periodista sea parcial, pero en un juez no se puede permitir… ni la federación consentirlo.