¡Veinte… te quedan dos patadas!

Hemos recuperado, revisado y actualizado un artículo que publicamos en nuestra revista Combate allá por la primavera de 1995 para presentaros un trocito de la historia de vuestro deporte favorito. En aras de no modificar el texto original para acabar reescribiéndolo, quizá notéis diferencias de estilo durante su lectura, a pesar de que ha sido puesto a punto por el mismo autor. Dieciocho años separan ambos trabajos que se han tratado de imbricar aquí para ser leídos de un tirón, aunque somos conscientes de que no es lo mismo la lectura en papel que por pantalla. Aún así, esperamos que sea de vuestro agrado…

Podemos asegurar que la historia de lo que hoy conocemos como kickboxing es doble. Por un lado contamos con la versión japonesa (ellos acuñaron este término), muy semejante al muay thai, que comenzó en los años sesenta del siglo XX y ha devenido a comienzos de la década de los noventa en el actual K1, y que ha servido para bautizar todo un abanico de deportes similares entre sí que en algunas latitudes los engloban con el nombre de boxeo de pie y puños.

Por otra parte tenemos la versión americana, que surge a comienzos de los años setenta del siglo pasado como evolución del karate (limitado por el inexistente contacto de los golpes) y con el objetivo de enfrentar bajo un único sistema de reglas a modalidades como el mencionado karate, el taekwondo y el kungfu principalmente. Esta versión americana dio en llamarse karate full contact, es decir, karate con pleno contacto, donde está permitido el nocaut. El primer campeonato de este karate full contact se celebró el 14 de septiembre de 1974 y contó con el apoyo de la televisión.

La diferencia básica entre la versión japonesa y la americana era la permisión de los low kicks. En los Estados Unidos se crearon dos federaciones mundiales: una regía el kickboxing con low kicks, era la WKA (World Karate Association, que luego trocaría la “K” en kickboxing); la otra sancionaba los combates sin low kicks o full contact, era la PKA (Professional Karate Association, que pasado el tiempo también cambiaría su “K” por kickboxing). Hoy conocemos ambas modalidades como kickboxing oriental y kickboxing americano. Pero en esta ocasión no vamos a hablaros de los low kicks, sino de una curiosa regla que ha acabado desapareciendo y que costó muchos disgustos a más de uno, e incluso supuso la pérdida de un título mundial. Se trata de la regla de las 8 patadas. Vamos a explicaros el por qué de su existencia y su evolución en este deporte.

En los combates de full contact era inevitable ver junto a cada esquina un juez con unos carteles en la mano numerados del 0 al 8, o para ser más precisos del 8 al 0. Eran los indicadores de las patadas obligatorias que debía hacer cada competidor por asalto. Cada vez que un peleador realizaba una patada válida se pasaba un número descontándose de una en una hasta llegar al 0. Por cada patada que faltara al final del asalto se le descontaba 1 punto.

Teniendo en cuenta que, sobre una puntuación máxima de 10, al ganador de un asalto se le da un punto más que a su adversario, lanzar únicamente 5 patadas válidas equivaldría a perder 3 asaltos. Por ejemplo, si nuestro hombre ha ganado el asalto obtendría un 10-9 a su favor; pero si le faltaron 3 patadas la puntuación final de ese asalto concreto sería 7-9, ahora desfavorable. Si es el que pierde el asalto a quien le hubieran quedado 3 patadas la puntuación sería de 10-6. El castigo por no dar patadas era, pues, importante y no debía despreciarse.

La lógica de esta regla es sencilla de entender. En los primeros campeonatos de full contact no existía obligación alguna de dar patadas. Pronto se observó que ante la falta de preparación física los luchadores renunciaban a lanzarlas. Una patada, además de ser más arriesgado, desgasta más que un puñetazo; se abusaba pues de las técnicas de puño y rara vez se golpeaba con el pie. Pero para esto ya existía (y desde hacía mucho tiempo como deporte) el boxeo. Los dirigentes pensaron entonces en establecer una regla que obligara a lanzar patadas. Así surgió la regla que nos ocupa en este artículo.

Fue mucho más tarde, hacia 1980, cuando se dio otra perspectiva a la regla de las 8 patadas.

Ocurrió que boxeadores mediocres daban el salto hacia el full contact. La estrategia que utilizaban en los combates se limitaba a acortar distancias y renunciar a dar patadas. En la distancia de puños era donde hacían valer su ventaja. Por lo general lograban vencer por fuera de combate. El deporte del full contact quedaba en entredicho; y con él todas las artes marciales (no olvidemos que el origen del full contact es el karate). ¿Realmente las técnicas de pie carecían de efectividad frente a las técnicas de puño? ¿O sería que las técnicas de puño de las artes marciales carecían de efectividad? Con la perspectiva de los años sabemos que ambas respuestas eran afirmativas.

Pero era necesario proteger al deporte recién nacido y a los deportistas que sí daban patadas (y por tanto espectáculo).

Se estableció que el no dar el mínimo de patadas (8) durante tres asaltos consecutivos entrañaría la descalificación. En el campo aficionado la regla se endurecía, y serían descalificados si no conseguían lanzar las 8 patadas en dos asaltos consecutivos.

Esto dejó de ser broma cuando Dan “Star Wars” Macaruso perdió el título mundial por no dar las famosas 8 patadas en ninguno de los tres primeros asaltos del Campeonato del Mundo. El aspirante, Kerry Rupp, ejerció presión durante el segundo y el tercer asalto al haberle quedado al campeón una patada por lanzar en el primer asalto. Rupp renunció a dar patadas en esas dos rondas e impidió que las diera Macaruso, acumulando éste antes que aquél los tres asaltos sin librar las patadas.

¿Justa o injustamente? Lo cierto es que Kerry Rupp jugó con la regla y que Macaruso perdió el título mundial de los semipesados.

Pero la regla había de endurecerse aún más. Ahora se acumulaban las patadas que faltaran para el asalto siguiente. Ya no era suficiente dar en un asalto 8 patadas; si en el anterior habían faltado 2 patadas en éste era menester dar 10. Y aunque se dieran las patadas acumuladas éstas ya habían sido restadas de la puntuación del asalto correspondiente.

También se diferenció en la categoría de los competidores el número mínimo de patadas a lanzar por asalto. Así se obligaba a lanzar 12 patadas válidas en clase “C” (novatos) y 10 en clase “B” (aficionados), quedando el mínimo de 8 patadas para la clase “A” (profesionales).

El exigir mayor número de patadas válidas a las clases inferiores tenía como objetivo el evitar un mayor castigo con los puños. Dado que los asaltos tienen una duración de 2 minutos la clase “A” tiene un promedio de una patada válida cada 15 segundos, y la clase “C” un promedio de una patada válida cada 10 segundos.

Por otro lado se fue variando el concepto de “patada válida”. En un principio el juez contador de patadas debía descontar una patada cada vez que un pie tocara por encima de la cintura al adversario. Algo que era totalmente objetivo. Pero levantando la pierna y tocando en la guardia del oponente se restaba una patada que en realidad no era dada. Se varió entonces el concepto para considerar patada válida toda aquella técnica de pie que tocara “con fuerza” al rival por encima de la cintura. La fuerza necesaria para ser válida quedaba a la subjetividad del juez.

Ahora la argucia venía por parte del defensor. Si se retiraba a tiempo y la patada le rozaba no se consideraría válida. Lanzando antes que el rival las ocho patadas y moviéndose a la defensiva por el cuadrilátero se podía forzar la descalificación del oponente.

Como esto no era interesante (se favorecía la no-pelea y se perjudicaba el espectáculo) se optó por considerar válida la patada realizada «con intención» de pegar, aunque el rival se retirase y no le tocara. La subjetividad de esta norma crearía problemas, cuanto más porque eran dos jueces (uno para cada competidor) los encargados de contabilizar las patadas, cada uno con su criterio personal de exigencia.

Cuando el competidor da sus patadas la cartulina del juez presenta un 0. Muchos competidores utilizaban la regla de las patadas como algo de lo que tenían que librarse cuanto antes, en lugar de lanzar sus patadas en series combinadas con los puños. Así pues, se ocupaban de lanzar ocho patadas rápidamente para luego enzarzarse en una guerra de puñetazos, olvidándose de las técnicas de pie hasta el comienzo del próximo asalto.

Nuevamente se utilizará la regla para buscar el espectáculo y premiar a quien lo ofreciera.

Los jueces cuentapatadas seguirán contando las patadas válidas lanzados por los contendientes tras haber finalizado su cupo mínimo. El número total de patadas válidas lanzadas se anotará en una hoja destinada a tal efecto; tras cada asalto se enviará dicha hoja a la mesa del juez central. En caso de combate nulo será declarado vencedor quien mayor cantidad de patadas válidas haya lanzado.

Pero esta norma se iría sofisticando para buscar la equidad. Puede ocurrir que un competidor sea contado durante un asalto. Teóricamente la cuenta de protección durará 8 segundos. Pero en la práctica pueden transcurrir 15 segundos hasta que se reanuda el combate. De esta circunstancia podría salir beneficiado el luchador derribado (lo cual no sería lógico) si ya ha lanzado sus patadas y al rival le quedaran, por ejemplo, dos patadas. El tiempo transcurrido hasta la reanudación del asalto recorta las posibilidades del púgil que permanece en pie de lanzar sus patadas. Si faltaran, por ejemplo, 20 segundos para finalizar el asalto cuando se produce el derribo, y se tardase 15 segundos en reanudar la contienda, tan solo restarán 5 segundos de asalto.

Así pues, se estableció que en caso de cuenta de protección se le añadirían, automáticamente, una patada a cada competidor. Si a uno le faltaran 3 patadas (-3) le quedarían dos (-2). Y si el otro hubiera cubierto el mínimo y hubiera lanzado una patada más (+1) se le sumaría también una patada (+2).

La ISKA (Internacional Sports Kickboxing Association), heredera directa de la desaparecida PKA es la federación mundial que continúa (continuaba en marzo de 1995) con estas normas en su versión full contact (o kickboxing “sin low kicks” si usted lo prefiere). La también desaparecida WKA, cuando creó su versión kickboxing “sin“, abolió la regla de las 8 patadas. Hemos visto cómo esta regla surgió como una obligación para buscar el espectáculo y diferenciar y proteger a los competidores que daban ese espectáculo. La WKA juzgó que ya no era necesario. Los kickboxeadores poseían ya una eficaz técnica de puños que nada tenía que envidiar a los boxeadores; y las técnicas de patada acabaron siendo contundentes y totalmente eficaces (quizá más por influjo del thai boxing). La ISKA decía (en 1995) que usted debe dar 8 patadas eficaces. La WKA le dijo (nuevamente en 1995) que si son eficaces mejor para usted, y le daba libertad para patear si usted lo deseaba y las veces que lo deseara por asalto. Nada tiene que obligarle a lanzar patadas porque sus patadas ahora sí eran eficaces y usted iba a utilizarlas cuando le convenga. Y el espectáculo estuvo servido.