Tibio están poniendo a Sergio Martínez en su Argentina natal. Hemos sido criticados por algunos amigos por nuestra apreciación del combate. Pero nosotros también le vimos perder, y así lo dijimos en su día, y lo volvemos a repetir aquí por si no quedó claro en aquel entonces.
Ahora nos informan de que en Buenos Aires no quedaron a gusto con su actuación… ni con la previa, ni con el combate, ni con su comportamiento posterior.
Esto le ocurre por ir de chulo, de ‘sobrao’, por arrogante y pedante, por querer aparecer como megaestrella, porque la falsa modestia se nota a la legua, canta, hiede, y en cuanto patinas quedas con el culo al aire, sin aduladores que te lo tapen, antes bien, aprovechan para pateártelo.
Lo dice un compatriota del ídolo caído. Defraudó, y para muchos entendidos de boxeo perdió el combate. Y para nosotros también lo perdió aunque reconocemos que nunca ha sido de nuestro agrado aunque le reconocemos los dos o tres combates buenos que ha tenido en lo más alto.
Aquí fuimos muy claros: exceso de patrioterismo; pero el articulista argentino dice que se valió de público no boxístico e ignorante.
Además ha tenido el poco tacto de enfrentarse a un ex campeón nativo muy querido por aquellos pagos que innegablemente fue muy buen boxeador, y han llegado a insultar él y su equipo al hijo de «Látigo» Coggi, o cuando menos a faltarles al respeto.
Otra gotita más en el vaso ya colmado ha sido el último artículo de opinión de Gustavo Nigrelli, poniendo puntos sobre íes y sobre jotas. Dice el columnista que algunos se han cebado en Sergio Martínez, pero también reconoce que el campeón quilmeño se lo tenía merecido porque (y no lo dice así) quien siembra vientos recoge tempestades.
Sergio Martínez se perdió por la boca, y en su egotismo quiso alcanzar astros balompédicos que le quedaban bastante lejos, por cierto. Y los dioses le han pegado un revolcón por el barro. Una cura de humildad nunca viene mal… si se aprende la lección, cosa que dudamos habida cuenta del ego desbordado del protagonista.